—¿Tú estás bien?
—Sí, yo estoy bien.
—Te extraño…
—No es necesario.
Ya no estás, pero te siento. Huelo tu piel y tu aroma de siempre…
—No te veo. Estoy triste, mi corazón se desmorona y quiere llorar.
—¿Por qué?
—Porque te has ido…
—No me he ido, sigo aquí contigo.
Te veo, ahora te veo… Pero diferente; muy blanca, radiante, delgada, como flotando en el aire.
—¿Hablas conmigo sin mover los labios? Pero te escucho, es algo como un sueño, que esta en mi mente. ¿Eres real?
—Estoy bien, tú también lo estarás.
Posé mi cabeza sobre sus piernas y sus manos acariciaban mi pelo continuamente. Siento un calor, una sensación de paz. Su olor es más intenso, como a talco recién bañada. Me recuerda a los días en que me acurrucaba a tu lado, buscando consuelo y refugio.
No pronunció ninguna palabra más, solo se quedó allí junto a mí.
Duermo profundamente y al despertar, la serenidad se apodera de mí todo el día. Es como si su esencia perdurara, envolviéndome en un abrazo invisible.
Es mágico, es tranquilizador. Ya sé que estarás bien y yo también…
Te extrañaré. Te querré por siempre. Pero, sobre todo, atesoraré cada recuerdo, cada instante compartido. Hasta que volvamos a encontrarnos en algún lugar, te llevaré conmigo en cada latido.
Comentario del Autor
Categoría: Poesía. Inspirado en la muerte de un ser querido y el proceso de duelo. En memoria de mi Abuela Flor, mi primera mentora de vida.
Créditos/Fotografía: Andrea Matos
Temas
Duelo/Tristeza/Esperanza/Pérdida/Espiritualidad/Muerte