Eran finales de noviembre y, en la sala polivalente de Viña Sport, se encontraban Fuerza y Masa Muscular.
Fuerza, con su estilo inconfundible y una delgadez sin igual, se movía con elegancia y seguridad. En una esquina, Masa Muscular, con una mirada recelosa, intentaba destacarse como la figura más relevante del lugar.
—Hola, Masa —saludó Fuerza—. ¿Cómo estás hoy? Te veo con más volumen que nunca.
Masa Muscular sonrió irónicamente y, con voz grave, respondió:
—Sí, claro. Me he impuesto el desafío de ganar más volumen en menos tiempo.
—Impresionante, Masa —dijo Fuerza—. Eso es lo que me gusta de ti: siempre avanzando a pasos agigantados, tal como tu apariencia lo refleja.
—Pero ¿y tú? —replicó Masa Muscular—. ¿Vas a seguir con esta delgadez para siempre o vas a romper algunos moldes para seguir siendo el mejor en tu campo?
—No, no, no te pongas así, Masa —replicó Fuerza—. No estoy aquí para competir contigo. Ambos somos importantes y no debemos obsesionarnos con la competencia. Yo estoy aquí para mantenerme fuerte y resistir en este camino exigente que compartimos. Tú estás destinado a crecer, y yo a ser fuerte. Necesitamos trabajar en equipo.
—Lo sé, Fuerza —respondió Masa Muscular—. Quiero seguir creciendo y alcanzar la fuerza que tú tienes, aunque me lleve toda la vida.
—Así es, Masa —contestó Fuerza—. Debemos avanzar juntos, aunque a ritmos diferentes. Entender esto es clave para lograr nuestros objetivos. La conciliación es sabia, y trabajar en equipo es parte de la estrategia.
—Feliz día, Masa. Que todos tus sueños se hagan realidad. Te lo deseo con toda la FUERZA de mi corazón.
—Gracias, Fuerza —dijo Masa Muscular—. Lo tomaré como un PESO importante en mi conciencia y en la apariencia de TITÁN que soy… ¡Grrrrrrrr!
Nota del Autor
Categoría: Relatos Cortos. Historia de Ficción. Inspirada en un sabio y un egocéntrico competidor.
Créditos/Fotografía: ddraw